Un disléxico "vago"
Hemos recibido esta carta que creemos oportuna publicar aquí porque refleja una visión de la Dislexia desde la perspectiva de un adulto. Por nuestra parte, sobran los comentarios que os cedemos a los habituales lectores de este Blog.
"Hola amig@s:
Os escribo porque quiero compartir algo, que aunque no me es grato hacerlo, y en cierto modo me avergüenza, pienso que puede ayudar a ver a quienes vivimos a la sombra de las letras.
Tengo 40 años y soy disléxica. Me encuentro inmersa en las prácticas de la carrera, las cuales me suponen tanto esfuerzo que he estado pensando hasta dejarla. Son tres años de carrera, pero, por mi dificultad, llevo ya siete años con ella; es por ello por lo que si lo dejo no es por un simple agobio pasajero, sino por un no saber si puedo aguantar más.
Es domingo. Tengo que presentar un trabajo al día siguiente en el que me juego parte del aprobado de las prácticas. Mi idea es ponerme a hacer el trabajo a medía mañana, después de comer. José (mi marido) me anima para ir a enfrentarme al trabajo..., pero yo tengo pánico, horror, no quiero ir a esa mesa de trabajo que me resulta sangrante, desgarradora, estremecedora..., y en la que por mucho esfuerzo que yo haga sigue siendo poco el resultado que consigo. Me siento vaga. Sí, ¡vaga!. Vaga por estar en el sofá tumbada, acongojada, aterrorizada, viendo la tele, viendo programas que ni siquiera me gustan con tal de no ir a hacer ese trabajo, por no volver a sentarme ante esa mesa que nunca me recompensa el esfuerzo, la lucha, el sudor y las lágrimas que me arranca. José a la enésima intentona consigue llevarme a la mesa de trabajo. Son las 20 horas más o menos. Consigo terminar el trabajo a las dos de la madrugada.
Soy una persona que me encanta aprender, que disfruto aprendiendo; pero sí, a veces soy vaga, como vuestr@s hij@s, porque me supone tal..., tal..., tal sufrimiento, que sería masoca si realmente disfrutara al ir a mi mesa de estudio.
Para nosotros los disléxicos es como si tuviéramos que subir las escaleras de algún sitio con tres bombonas de butano llenas a cuestas. Y, sinceramente, si tuvierais que hacerlo vosotros, ¿acaso no intentaríais tomar un atajo como el ascensor, o preferiríais incluso no subir porque realmente es tanto el esfuerzo que ni siquiera la recompensa de encontrar lo que hay arriba os merece la pena? Así que cuando penséis que si son vag@s o no vuestr@s hij@s, acordaos de lo que puede suponer ir con tres bombonas de butano llenas. Y si realmente queréis que suban aun a pesar de todo, ¿por qué no les ayudáis a subir cogiendo alguna de esas bombonas? ¿Cómo? Ayudándoles a lo que por ser disléxic@s no pueden:
1. Acompañándoles a recoger si son desordenados o poniendo letreros de donde va cada cosa.
2. Acompañándoles a la habitación para que se enfrenten a ese monstruo que son los deberes (mi marido me acompaña hasta la mesa de trabajo muchas veces por que para mi es aterrador ir sola ante esa mesa).
3. Haciéndoles un horario, flexible, para que puedan tener tiempos de descanso (a mí me los hace mi pedagoga porque yo no sé hacerlos).
4. Que no hagan demasiadas actividades extras. Ayudarles a descansar para que asimilen lo estudiado. Yo no sé descansar; y como sé que aprendo muy despacio intento hacer más cosas para igualarme a los demás; al final lo único que consigo es agotarme más.
5. Aceptar vuestras limitaciones como madres y padres, porque si le dices a un niño "¡no digas palabrotas, coño!" lo que aprendemos no es lo que oímos sino lo que vemos hacer. Y si vosotros no aceptáis vuestras limitaciones, a vuestr@ hij@ también le costará aceptar las suyas y tampoco se creerá que aceptáis las de él o ella. Sinceramente, a mi me ayuda más cuando aceptan mis limitaciones que cuando quieren que alcance los logros que otros consiguen; con esto me acuerdo mucho de la película Forres Gan (no sé como se escribe).
6. No pongáis limites a las capacidades de vuestr@s hij@s. Realmente los disléxicos podemos hacer muchas más cosas de las que creéis, y de las que nosotros mismos creemos. Solo necesitamos que nos dejen intentarlo y que crean en nuestra valía. Y si no podemos, pues también es importante lo que se aprende cuando no se consigue todo lo que se quiere; pero que no sean los que nos quieren los que con su miedo a que suframos no nos dejen crecer como adultos, como personas, como seres humanos.
7. Y, por último, quereros a vosotros mismos, aceptad vuestros errores, alegraros de vuestros aciertos; eso sí que nos enseña a querernos a nosotros mismos, a aceptarnos como somos, a ser responsables con nuestro fallos y a ser capaces de disfrutar con nuestros aciertos.
Si pensáis por un solo momento que no lo hacéis bien, que no sois lo suficientemente buenos, acordaos y aprended de vuestr@s hij@s. No somos valid@s por lo que hacemos, sino por lo que somos. Lo que más me queda de mi madre y de mi padre no son sus errores, ni tampoco sus aciertos, sino el amor que me han dado.
Para quien le ayude; al que no, que pase de ello.
Un saludo, Maria Jesusa."
Gracias Maria Jesusa
"Hola amig@s:
Os escribo porque quiero compartir algo, que aunque no me es grato hacerlo, y en cierto modo me avergüenza, pienso que puede ayudar a ver a quienes vivimos a la sombra de las letras.
Tengo 40 años y soy disléxica. Me encuentro inmersa en las prácticas de la carrera, las cuales me suponen tanto esfuerzo que he estado pensando hasta dejarla. Son tres años de carrera, pero, por mi dificultad, llevo ya siete años con ella; es por ello por lo que si lo dejo no es por un simple agobio pasajero, sino por un no saber si puedo aguantar más.
Es domingo. Tengo que presentar un trabajo al día siguiente en el que me juego parte del aprobado de las prácticas. Mi idea es ponerme a hacer el trabajo a medía mañana, después de comer. José (mi marido) me anima para ir a enfrentarme al trabajo..., pero yo tengo pánico, horror, no quiero ir a esa mesa de trabajo que me resulta sangrante, desgarradora, estremecedora..., y en la que por mucho esfuerzo que yo haga sigue siendo poco el resultado que consigo. Me siento vaga. Sí, ¡vaga!. Vaga por estar en el sofá tumbada, acongojada, aterrorizada, viendo la tele, viendo programas que ni siquiera me gustan con tal de no ir a hacer ese trabajo, por no volver a sentarme ante esa mesa que nunca me recompensa el esfuerzo, la lucha, el sudor y las lágrimas que me arranca. José a la enésima intentona consigue llevarme a la mesa de trabajo. Son las 20 horas más o menos. Consigo terminar el trabajo a las dos de la madrugada.
Soy una persona que me encanta aprender, que disfruto aprendiendo; pero sí, a veces soy vaga, como vuestr@s hij@s, porque me supone tal..., tal..., tal sufrimiento, que sería masoca si realmente disfrutara al ir a mi mesa de estudio.
Para nosotros los disléxicos es como si tuviéramos que subir las escaleras de algún sitio con tres bombonas de butano llenas a cuestas. Y, sinceramente, si tuvierais que hacerlo vosotros, ¿acaso no intentaríais tomar un atajo como el ascensor, o preferiríais incluso no subir porque realmente es tanto el esfuerzo que ni siquiera la recompensa de encontrar lo que hay arriba os merece la pena? Así que cuando penséis que si son vag@s o no vuestr@s hij@s, acordaos de lo que puede suponer ir con tres bombonas de butano llenas. Y si realmente queréis que suban aun a pesar de todo, ¿por qué no les ayudáis a subir cogiendo alguna de esas bombonas? ¿Cómo? Ayudándoles a lo que por ser disléxic@s no pueden:
1. Acompañándoles a recoger si son desordenados o poniendo letreros de donde va cada cosa.
2. Acompañándoles a la habitación para que se enfrenten a ese monstruo que son los deberes (mi marido me acompaña hasta la mesa de trabajo muchas veces por que para mi es aterrador ir sola ante esa mesa).
3. Haciéndoles un horario, flexible, para que puedan tener tiempos de descanso (a mí me los hace mi pedagoga porque yo no sé hacerlos).
4. Que no hagan demasiadas actividades extras. Ayudarles a descansar para que asimilen lo estudiado. Yo no sé descansar; y como sé que aprendo muy despacio intento hacer más cosas para igualarme a los demás; al final lo único que consigo es agotarme más.
5. Aceptar vuestras limitaciones como madres y padres, porque si le dices a un niño "¡no digas palabrotas, coño!" lo que aprendemos no es lo que oímos sino lo que vemos hacer. Y si vosotros no aceptáis vuestras limitaciones, a vuestr@ hij@ también le costará aceptar las suyas y tampoco se creerá que aceptáis las de él o ella. Sinceramente, a mi me ayuda más cuando aceptan mis limitaciones que cuando quieren que alcance los logros que otros consiguen; con esto me acuerdo mucho de la película Forres Gan (no sé como se escribe).
6. No pongáis limites a las capacidades de vuestr@s hij@s. Realmente los disléxicos podemos hacer muchas más cosas de las que creéis, y de las que nosotros mismos creemos. Solo necesitamos que nos dejen intentarlo y que crean en nuestra valía. Y si no podemos, pues también es importante lo que se aprende cuando no se consigue todo lo que se quiere; pero que no sean los que nos quieren los que con su miedo a que suframos no nos dejen crecer como adultos, como personas, como seres humanos.
7. Y, por último, quereros a vosotros mismos, aceptad vuestros errores, alegraros de vuestros aciertos; eso sí que nos enseña a querernos a nosotros mismos, a aceptarnos como somos, a ser responsables con nuestro fallos y a ser capaces de disfrutar con nuestros aciertos.
Si pensáis por un solo momento que no lo hacéis bien, que no sois lo suficientemente buenos, acordaos y aprended de vuestr@s hij@s. No somos valid@s por lo que hacemos, sino por lo que somos. Lo que más me queda de mi madre y de mi padre no son sus errores, ni tampoco sus aciertos, sino el amor que me han dado.
Para quien le ayude; al que no, que pase de ello.
Un saludo, Maria Jesusa."
Gracias Maria Jesusa
3 Comments:
Aun sin ser disléxico, yo también me siento "vago" muchas veces a la hora de tener que hacer ciertos trabajos.
By Anónimo, at 22/5/07 10:02
Gracias por tu post, con tus comentarios me has ayudado a ver como se siente mi hijo de 10 años que tiene dislexia, y hemos tardado dos años en conseguir un diagnóstico, tras un largo peregrinaje por muchos especialistas y psicólogos. Solo espero que nuestro apoyo y cariño le ayuden a aceptarse para poder seguir superándose, y conseguir realizar en la vida lo que se proponga.
Y tu, ¡Animo! sigue con esa fuerza, que también puedes conseguir lo que te propongas.
un abrazo
By Anónimo, at 22/5/07 23:20
no me considero un dislexico vago pero soy dislexico y en todos estos años no me daba cuenta de la importancia que tiene reconocer este pequeño defecto o a veces gran virtud por que a la vez te das cuenta de otras cosas que la mayoria no lo perciben y tu si,hay que hacer un sacrificio en el dia a dia, en las cosas que haces normalmente,no como una enfermedad si no como una forma de ver las cosas de manera diferente pero a la vez igual . no somos distintos pero tenemos algo que los demas no tienen
By Anónimo, at 1/7/07 18:23
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