La dislexia, un problema real, aunque invisible para la escuela
Así publica la noticia La Opinión de Málaga, en referencia a que ayer la Asociación Andaluza de Dislexia y el Defensor del Ciudadano, Francisco Gutiérrez, presentaron una carta abierta dirigida a la Delegación de Educación en Málaga y a la Consejería en demanda de una "auténtica integración" de los niños disléxicos en el sistema educativo.
Jesús Gonzalo, Presidente de la Asociación Andaluza de Dislexia, Dislexia en Positivo, nos ha remitido el texto íntegro de dicha carta que os reproducimos aquí:
CARTA ABIERTA A LA CONSEJERA DE EDUCACIÓN DE LA JUNTA DE ANDALUCÍA
En el comienzo del nuevo curso escolar, tras haber pasado unos meses de calor y “vacaciones” en los que hemos tratado de asimilar los fracasos de nuestros hijos en el sistema educativo, además de dedicar un buen número de horas a intentar remediar lo que el sistema no ha sido capaz de darles a lo largo de nueve largos meses de esfuerzo diario, desde la Asociación Andaluza de Dislexia nos planteamos una serie de cuestiones que queremos trasladarle a Ud como máxima responsable política en nuestra Comunidad Autónoma de la educación reglada de nuestros niños.
Nos gustaría recordarle, en primer lugar, que hace ya más de veinte años se puso en marcha la Ley de Integración y Normalización Educativa, que contemplaba por primera vez la necesidad de incluir a todos los niños con discapacidades evidentes en el sistema educativo normalizado. En este momento, la actual LOE recoge por vez primera las Dificultades Específicas del Aprendizaje dentro de las Necesidades Educativas Especiales que contempla nuestro sistema educativo. Estamos convencidos de que es el momento adecuado para que los niños que no forman parte de los que tuvieron la oportunidad de “normalizarse”, dispongan ahora de herramientas y estrategias metodológicas que les permitan disfrutar de su normalidad sin sentirse frustrados y discriminados diariamente dentro del funcionamiento actual del sistema educativo.
Como Ud bien sabrá, la problemática que acompaña a un diagnóstico de Dislexia va más allá de sus repercusiones iniciales –devastadoras, por otra parte- en el desarrollo psico-evolutivo que tiene lugar durante el período de la vida que coincide con la escolaridad. En la edad adulta, ocurre con alguna frecuencia que para optar a un puesto de operario de nivel E, en la administración en que nos encontramos, una prueba imprescindible es que los candidatos realicen un dictado, aunque sea para un puesto de jardinero!!
Pero no es en este momento el objetivo de estas reflexiones el valorar las secuelas adultas de este problema. Nos interesan nuestros niños, los que mañana serán estos adultos que tendrán que enfrentarse a las desigualdades de las legislaciones. Y nos interesan ahora, porque es ahora cuando están conformando su personalidad futura.
No entendemos cómo los niños con dislexia, que son inteligentes para poder ser diagnosticados de tal, pasan desapercibidos y quedan sin identificar a lo largo de toda la etapa de Primaria, confundiéndolos con niños “vagos”, “que no atienden en clase”, “es tan distraído”, “podría hacer más …” y acaban haciendo un fracaso escolar reconocido tras años en los que ha repetido más de un curso.
No entendemos que en algunos centros escolares, algunos profesores sigan negando a los padres la existencia del problema, incluso cuando la propia familia ha tenido que buscar diagnósticos por su cuenta ante la incomprensión y la pasividad con que se atiende su demanda en el medio escolar.
No entendemos que un porcentaje de entre el 5 y el 15% (si ampliamos al concepto general de Dificultades del Aprendizaje) de alumnos de todas las edades, primero, no estén identificados y, en consecuencia, estén inadecuadamente tratados desde el punto de vista metodológico en el actual sistema educativo. Creemos que es una frecuencia del problema suficientemente importante (cualquier otro número menor lo sería igualmente) como para dedicarle la atención y los recursos necesarios que permitan ofrecerle al niño con estas dificultades las mismas oportunidades que a sus compañeros. Sabemos que estos niños pueden aprender lo mismo o más que los demás si se les enseña y se les evalúa de manera diferente a la que actualmente impera en nuestra escuela. Y adaptarse a las características de cada niño es una obligación del sistema educativo, que ante la diversidad del alumnado ha de ofrecer alternativas diversas que realmente respeten el principio de igualdad de oportunidades, que no consiste en dar a todos lo mismo sino a cada uno lo que necesite para igualarle a los demás.
Pero, sobre todo, lo que no entendemos es que la red interna de formación del profesorado que depende de esa Consejería, los CEPs, no contemple en sus planes de reciclaje ni siquiera un sólo curso de veinte o veinticinco horas dedicadas a un asunto que afecta hasta a un 15% de sus alumnos. El curso pasado, sólo en los ocho CEPs provinciales de Andalucía, estaban programados en torno a seiscientos cursos de diferente duración, más de 15.000 horas de docencia y ni uno solo de eso cursos, ni una sola de esas horas se dedicó al tema que nos ocupa. Si desde la formación que se ofrece al profesorado no se contemplan este tipo de problemas, parece lógico que todavía haya docentes en los centros que nieguen, por puro desconocimiento, la existencia del problema.
En consecuencia, desde la Asociación Andaluza de Dislexia y desde la Federación Española de Asociaciones de Dislexia de la que forma parte, queremos llamar su atención al respecto de esta problemática, de modo que la oportunidad que nos ofrece la actual LOE no pase tan desapercibida e invisible como la dislexia misma en la escuela. Sabemos que otros asuntos de la ley tienen mucho más que “ofrecer” a la disputa política y social, pero también creemos que la problemática que planteamos debe estar por encima de la disputa y debe ser objetivo a considerar desde cualquier opción política. Las dificultades de aprendizaje no son una cuestión moral que pueda verse desde diferentes ópticas, son una realidad psico-educativa que se reconoce en la LOE de forma expresa, después de treinta años de democracia y gobiernos de distinto signo político, que no respeta clases sociales ni ideologías personales. Lo que nos jugamos es la formación de nuestros hijos, no sólo de cara a sus aprendizajes y conocimientos curriculares, sino también de cara a la formación de su personalidad.
Jesús Gonzalo, Presidente de la Asociación Andaluza de Dislexia, Dislexia en Positivo, nos ha remitido el texto íntegro de dicha carta que os reproducimos aquí:
CARTA ABIERTA A LA CONSEJERA DE EDUCACIÓN DE LA JUNTA DE ANDALUCÍA
En el comienzo del nuevo curso escolar, tras haber pasado unos meses de calor y “vacaciones” en los que hemos tratado de asimilar los fracasos de nuestros hijos en el sistema educativo, además de dedicar un buen número de horas a intentar remediar lo que el sistema no ha sido capaz de darles a lo largo de nueve largos meses de esfuerzo diario, desde la Asociación Andaluza de Dislexia nos planteamos una serie de cuestiones que queremos trasladarle a Ud como máxima responsable política en nuestra Comunidad Autónoma de la educación reglada de nuestros niños.
Nos gustaría recordarle, en primer lugar, que hace ya más de veinte años se puso en marcha la Ley de Integración y Normalización Educativa, que contemplaba por primera vez la necesidad de incluir a todos los niños con discapacidades evidentes en el sistema educativo normalizado. En este momento, la actual LOE recoge por vez primera las Dificultades Específicas del Aprendizaje dentro de las Necesidades Educativas Especiales que contempla nuestro sistema educativo. Estamos convencidos de que es el momento adecuado para que los niños que no forman parte de los que tuvieron la oportunidad de “normalizarse”, dispongan ahora de herramientas y estrategias metodológicas que les permitan disfrutar de su normalidad sin sentirse frustrados y discriminados diariamente dentro del funcionamiento actual del sistema educativo.
Como Ud bien sabrá, la problemática que acompaña a un diagnóstico de Dislexia va más allá de sus repercusiones iniciales –devastadoras, por otra parte- en el desarrollo psico-evolutivo que tiene lugar durante el período de la vida que coincide con la escolaridad. En la edad adulta, ocurre con alguna frecuencia que para optar a un puesto de operario de nivel E, en la administración en que nos encontramos, una prueba imprescindible es que los candidatos realicen un dictado, aunque sea para un puesto de jardinero!!
Pero no es en este momento el objetivo de estas reflexiones el valorar las secuelas adultas de este problema. Nos interesan nuestros niños, los que mañana serán estos adultos que tendrán que enfrentarse a las desigualdades de las legislaciones. Y nos interesan ahora, porque es ahora cuando están conformando su personalidad futura.
No entendemos cómo los niños con dislexia, que son inteligentes para poder ser diagnosticados de tal, pasan desapercibidos y quedan sin identificar a lo largo de toda la etapa de Primaria, confundiéndolos con niños “vagos”, “que no atienden en clase”, “es tan distraído”, “podría hacer más …” y acaban haciendo un fracaso escolar reconocido tras años en los que ha repetido más de un curso.
No entendemos que en algunos centros escolares, algunos profesores sigan negando a los padres la existencia del problema, incluso cuando la propia familia ha tenido que buscar diagnósticos por su cuenta ante la incomprensión y la pasividad con que se atiende su demanda en el medio escolar.
No entendemos que un porcentaje de entre el 5 y el 15% (si ampliamos al concepto general de Dificultades del Aprendizaje) de alumnos de todas las edades, primero, no estén identificados y, en consecuencia, estén inadecuadamente tratados desde el punto de vista metodológico en el actual sistema educativo. Creemos que es una frecuencia del problema suficientemente importante (cualquier otro número menor lo sería igualmente) como para dedicarle la atención y los recursos necesarios que permitan ofrecerle al niño con estas dificultades las mismas oportunidades que a sus compañeros. Sabemos que estos niños pueden aprender lo mismo o más que los demás si se les enseña y se les evalúa de manera diferente a la que actualmente impera en nuestra escuela. Y adaptarse a las características de cada niño es una obligación del sistema educativo, que ante la diversidad del alumnado ha de ofrecer alternativas diversas que realmente respeten el principio de igualdad de oportunidades, que no consiste en dar a todos lo mismo sino a cada uno lo que necesite para igualarle a los demás.
Pero, sobre todo, lo que no entendemos es que la red interna de formación del profesorado que depende de esa Consejería, los CEPs, no contemple en sus planes de reciclaje ni siquiera un sólo curso de veinte o veinticinco horas dedicadas a un asunto que afecta hasta a un 15% de sus alumnos. El curso pasado, sólo en los ocho CEPs provinciales de Andalucía, estaban programados en torno a seiscientos cursos de diferente duración, más de 15.000 horas de docencia y ni uno solo de eso cursos, ni una sola de esas horas se dedicó al tema que nos ocupa. Si desde la formación que se ofrece al profesorado no se contemplan este tipo de problemas, parece lógico que todavía haya docentes en los centros que nieguen, por puro desconocimiento, la existencia del problema.
En consecuencia, desde la Asociación Andaluza de Dislexia y desde la Federación Española de Asociaciones de Dislexia de la que forma parte, queremos llamar su atención al respecto de esta problemática, de modo que la oportunidad que nos ofrece la actual LOE no pase tan desapercibida e invisible como la dislexia misma en la escuela. Sabemos que otros asuntos de la ley tienen mucho más que “ofrecer” a la disputa política y social, pero también creemos que la problemática que planteamos debe estar por encima de la disputa y debe ser objetivo a considerar desde cualquier opción política. Las dificultades de aprendizaje no son una cuestión moral que pueda verse desde diferentes ópticas, son una realidad psico-educativa que se reconoce en la LOE de forma expresa, después de treinta años de democracia y gobiernos de distinto signo político, que no respeta clases sociales ni ideologías personales. Lo que nos jugamos es la formación de nuestros hijos, no sólo de cara a sus aprendizajes y conocimientos curriculares, sino también de cara a la formación de su personalidad.
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