A propósito de la alcachofa
Hemos leído con gran interés la entrada de Eduardo Herrera en su página sobre Dislexia y Discalculia: la dislexia de la alcachofa; y su reflexión ¿todos los alumnos aprenden a leer con el tiempo igual que florece una alcachofa? Se trata de unos de los más agudos análisis que hemos visto a propósito de lo que ocurre en el aula, lo que nosotros hemos denominado en alguna que otra ocasión el pelotón de los lentos.
El autor dice: Suponiendo que hay 25 alumnos en clase, vemos que hay 5 por encima de la media. Estos son los que “parece que aprenden solos”, tienen una gran facilidad para el aprendizaje de la lectura. Luego hay 15 en la media. El alumno que está justo en la media siempre me da envidia, ni se aburre ni se estresa, el sistema está hecho para él. Finalmente nos encontramos a 5 alumnos por debajo de la media.
Vemos que hay 3 muy próximos a la media baja. ¡Ellos son los que van a confirmar la hipótesis del educador!, un poco más tarde que el resto y con un poco de trabajo extra en casa en verano, arrancarán a leer.
Por desgracia los que yo acostumbro a ver son los dos que presentaban una desviación muy grande respecto al resto de su grupo. Aunque han invertido mucho tiempo extra, han pasado varios años (2º, 3º, 4º, 5º… de primaria) y no han automatizado la lectura. Y lo ilustra de la siguiente manera:
Y concluye: Es entendible que como educadores muchas veces veamos confirmada la hipótesis de que con el tiempo los niños “maduran y arrancan a leer”. Como una alcachofa, el tiempo hará que florezca y de su fruto.
Pero, por qué esperar a que eso ocurra. Si damos un margen de dos años para vez si la alcachofa florece y madura, que es el tiempo que nos dicen que hay que esperar para hablar de dislexia, esto es, un desfase curricular de dos años, lo único que conseguiremos es causar un lastre irrecuperable en el caso de que no se produzca la floración; entonces ¡quizás! podríamos hablar de dislexia. A parte de reforzar el efecto Mateo, habremos perdido miserablemente dos años con todas las consecuencias que ello conlleva.
Los test de velocidad lectora pueden ser muy útiles para detectar el problema a tiempo. Aunque no están universalmente estandarizados, sí pueden ser muy orientativos sobre lo que ocurre durante ese primer curso de primaria en el que se inicia la lecto-escritura. Si admitimos una media razonable de entre 38 y 46 palabras por minuto (ppm) a esa edad, unos valores entre 22 y 28 ppm nos indicarían una velocidad lenta y por debajo de 21 una velocidad muy lenta. ¿A cuántos de vuestros hijos se les ha realizado dicho test en primero de primaria? Lo curioso es que prácticamente no se utiliza. Lo que debería interesarnos de esta sencilla prueba es que, si la repetimos alguna que otra vez, a lo largo del curso, podríamos observar si, de forma lenta o no, mejora dicha velocidad. Si un crío mejora su velocidad lectora, aunque siga por debajo de la media, es probable que estemos ante una alcachofa que tardará en madurar pero lo hará. Si, por el contrario, no mejora su velocidad, algo estará pasando y, por mucho que esperemos, la alcachofera no dará su fruto. ¡Ojo, este tipo de prueba no es válido para detectar una dislexia! Pero una prueba así de sencilla debería ser suficiente para hacer saltar las alarmas e indicarnos que algo está sucediendo y analizar por qué no mejora la velocidad lectora de un crío sin esperar esa barbaridad que resulta ser lo de los dos años.
Hay algunas páginas en internet donde se puede encontrar un análisis de la velocidad lectora de vuestro hijo. Aunque sea solo orientativo, puede resultaros útil para llamar la atención de su maestro en el caso de que el número de palabras de un texto asequible para su edad, se encuentre por debajo de la media estandarizada. Pero es la falta de progresión de la velocidad la que debe hacer saltar las alertas.
Podéis utilizar esta tabla cuyos autores son Maribel Martinez y Ginés Ciudad-Real publicado en Orientación Andújar.
El autor dice: Suponiendo que hay 25 alumnos en clase, vemos que hay 5 por encima de la media. Estos son los que “parece que aprenden solos”, tienen una gran facilidad para el aprendizaje de la lectura. Luego hay 15 en la media. El alumno que está justo en la media siempre me da envidia, ni se aburre ni se estresa, el sistema está hecho para él. Finalmente nos encontramos a 5 alumnos por debajo de la media.
Vemos que hay 3 muy próximos a la media baja. ¡Ellos son los que van a confirmar la hipótesis del educador!, un poco más tarde que el resto y con un poco de trabajo extra en casa en verano, arrancarán a leer.
Por desgracia los que yo acostumbro a ver son los dos que presentaban una desviación muy grande respecto al resto de su grupo. Aunque han invertido mucho tiempo extra, han pasado varios años (2º, 3º, 4º, 5º… de primaria) y no han automatizado la lectura. Y lo ilustra de la siguiente manera:
Y concluye: Es entendible que como educadores muchas veces veamos confirmada la hipótesis de que con el tiempo los niños “maduran y arrancan a leer”. Como una alcachofa, el tiempo hará que florezca y de su fruto.
Pero, por qué esperar a que eso ocurra. Si damos un margen de dos años para vez si la alcachofa florece y madura, que es el tiempo que nos dicen que hay que esperar para hablar de dislexia, esto es, un desfase curricular de dos años, lo único que conseguiremos es causar un lastre irrecuperable en el caso de que no se produzca la floración; entonces ¡quizás! podríamos hablar de dislexia. A parte de reforzar el efecto Mateo, habremos perdido miserablemente dos años con todas las consecuencias que ello conlleva.
Los test de velocidad lectora pueden ser muy útiles para detectar el problema a tiempo. Aunque no están universalmente estandarizados, sí pueden ser muy orientativos sobre lo que ocurre durante ese primer curso de primaria en el que se inicia la lecto-escritura. Si admitimos una media razonable de entre 38 y 46 palabras por minuto (ppm) a esa edad, unos valores entre 22 y 28 ppm nos indicarían una velocidad lenta y por debajo de 21 una velocidad muy lenta. ¿A cuántos de vuestros hijos se les ha realizado dicho test en primero de primaria? Lo curioso es que prácticamente no se utiliza. Lo que debería interesarnos de esta sencilla prueba es que, si la repetimos alguna que otra vez, a lo largo del curso, podríamos observar si, de forma lenta o no, mejora dicha velocidad. Si un crío mejora su velocidad lectora, aunque siga por debajo de la media, es probable que estemos ante una alcachofa que tardará en madurar pero lo hará. Si, por el contrario, no mejora su velocidad, algo estará pasando y, por mucho que esperemos, la alcachofera no dará su fruto. ¡Ojo, este tipo de prueba no es válido para detectar una dislexia! Pero una prueba así de sencilla debería ser suficiente para hacer saltar las alarmas e indicarnos que algo está sucediendo y analizar por qué no mejora la velocidad lectora de un crío sin esperar esa barbaridad que resulta ser lo de los dos años.
Hay algunas páginas en internet donde se puede encontrar un análisis de la velocidad lectora de vuestro hijo. Aunque sea solo orientativo, puede resultaros útil para llamar la atención de su maestro en el caso de que el número de palabras de un texto asequible para su edad, se encuentre por debajo de la media estandarizada. Pero es la falta de progresión de la velocidad la que debe hacer saltar las alertas.
Podéis utilizar esta tabla cuyos autores son Maribel Martinez y Ginés Ciudad-Real publicado en Orientación Andújar.
Etiquetas: alcachofa, desfase curricular, Eduardo Herrera, efecto Mateo, lecto-escritura, maduración, test de velocidad lectora, velocidad lectora
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