Dislexia sin Complejos

jueves, abril 15, 2010

La razón de la sinrazón

La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura. Con este requiebro atribuido a Feliciano de Silva por Miguel de Cervantes en el primer capítulo de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha, queremos hacer nuestro pequeño homenaje al Día del Libro que se celebrará el próximo día 23 de abril.



Ese día se conmemora la muerte el mismo año (1616) de los escritores William Shakespeare y Miguel de Cervantes, aunque lo cierto es que ninguno de los dos murió el 23 de abril. Ese día se entrega el Premio Cervantes, el máximo galardón literario de la lengua castellana, en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares; en esta ocasión será para el poeta y narrador mexicano José Emilio Pacheco.



Pero nos estamos desviando del tema. Aunque dislexia y libros no suelen formar una buena pareja, no quiere ello decir que no puedan ni deban convivir. Enseñar a amar a los libros a una persona con dislexia es tarea poco fácil para los maestros, pero no imposible. El problema suele ser que, antes de nada, a las personas con dislexia se les enseña a odiar las letras; y un libro es lo que contiene, letras y más letras que se unen formando misteriosas claves (palabras) que van descifrando un enigma, el hilo argumental del libro. No deja de ser una sinrazón para los niñ@s con dislexia.

Estamos leyendo un libro de la escritora inglesa Ruth Rendell, La mujer de piedra (A Judgement in Stone, 1977), que comienza así:

Eunice Parchman asesinó a la familia Coverdale. Lo hizo porque no sabía leer ni escribir.

Volveremos sobre el libro más adelante por haber inspirado dos películas: A Judgment in Stone (Ousama Rawi, 1986) también conocida como The Housekeeper (no estrenada en España) y La Ceremonia (Claude Chabrol, 1995). Aunque el tema central es el analfabetismo y no la dislexia en sí misma, la escritora Ruth Rendell argumenta a través del personaje de Eunice Parchman toda una serie de razones para la sinrazón de su violento acto.

No hubo motivo ni premeditación reales; no buscaba dinero ni seguridad. De resultas de su crimen, la minusvalía intelectual de Eunice Parchman fue conocida no sólo por una simple familia o un grupo de aldeanos sino por todo el país. Con su acto, no obtuvo más que el desastre para ella y, desde el principio, en el fondo de su extraña mente, supo que nada obtendría. Sin embargo, aunque su compañera y cómplice estaba loca, Eunice no lo estaba, pues poseía la terrible cordura práctica del atávico primate disfrazado de mujer del siglo xx.
La capacidad de leer y escribir es una de las piedras angulares de la civilización. Ser analfabeto es ser deforme. Y las burlas de que en tiempos fueron blanco los lisiados físicos las sufren en la actualidad, quizá con mayor justicia, los analfabetos. Si uno de ellos logra llevar una vida discreta entre los incultos, puede que nada ocurra, pues en el país de los cegatos, al ciego no se le rechaza. Para Eunice Parchman y sus víctimas fue una tragedia que las personas que la contrataron, y en cuya casa vivió durante nueve meses, fueran peculiarmente cultas. De haberse tratado de una familia más prosaica, probablemente sus miembros seguirían hoy con vida, y Eunice continuaría disfrutando de su oscura y misteriosa libertad formada por sensaciones, instintos y total ausencia de letra impresa.


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