Los des"concerta"dos
Aunque hoy sea el Día Internacional del Libro y festividad de San Jorge en que es costumbre regalar un libro y una rosa, no vamos a hacer ninguna recomendación literaria. Si bien es cierto que el título de esta entrada sería bastante acertado para toda una revisión sistemática de los pros y los contras del tratamiento con metilfenidato en el Déficit de Atención o TDAH, no seré yo quien la lleve a cabo. En demasiados charcos me he metido a lo largo de mi vida.
Cuando éramos pequeños no existía el Concerta ni el Rubifen o el Medikinet, nombres comerciales todos del metilfenidato (hay unos cuantos más).
Aunque el principio activo fue sintetizado en 1944, no se patentó hasta diez años después para empezar a comercializarse en 1955. Pero fue a partir de los años 90 cuando el metilfenidato empezó a usarse de forma generalizada y exponencial. Hasta entonces, los niños éramos inquietos o, según mi madre, unos trastos. Yo no tengo TDAH, pero estoy seguro que en mi infancia me hubieran diagnosticado de tal por algunas sonadas trastadas cometidas durante mis años escolares. Hubiera sido candidato al Concerta. Mi madre suplía la deficiencia farmacológica de la época con un método muy tradicional: la zapatilla terapéutica. Eso y dar rienda suelta a mi supuesta hiperactividad mandándome a la calle a desfogar esa actividad típica de todo crío. Entonces se podía. Hoy en día resulta complicado mandar a los hijos a jugar a la calle; para empezar, no suele haber sitios para jugar al bote, al churro mediamanga manga entera o a dar patadas a un balón sin el riesgo de romper un cristal, que a veces ocurría, o que te atropelle un coche.
No estoy ni a favor ni en contra del metilfenidato. Como todo medicamento tiene sus indicaciones y sus contraindicaciones. De lo que sí estoy convencido es de que existe un cierto abuso de esta y otras sustancias como consecuencia de algo muy peligroso que llevan a cabo las compañías farmacéuticas: la promoción de la enfermedad.
Los nuestros eran otros tiempos, ni mejores ni peores, sencillamente distintos. Es lo que podría denominarse desde la distancia una generación des"concerta"da.
Cuando éramos pequeños no existía el Concerta ni el Rubifen o el Medikinet, nombres comerciales todos del metilfenidato (hay unos cuantos más).
Aunque el principio activo fue sintetizado en 1944, no se patentó hasta diez años después para empezar a comercializarse en 1955. Pero fue a partir de los años 90 cuando el metilfenidato empezó a usarse de forma generalizada y exponencial. Hasta entonces, los niños éramos inquietos o, según mi madre, unos trastos. Yo no tengo TDAH, pero estoy seguro que en mi infancia me hubieran diagnosticado de tal por algunas sonadas trastadas cometidas durante mis años escolares. Hubiera sido candidato al Concerta. Mi madre suplía la deficiencia farmacológica de la época con un método muy tradicional: la zapatilla terapéutica. Eso y dar rienda suelta a mi supuesta hiperactividad mandándome a la calle a desfogar esa actividad típica de todo crío. Entonces se podía. Hoy en día resulta complicado mandar a los hijos a jugar a la calle; para empezar, no suele haber sitios para jugar al bote, al churro mediamanga manga entera o a dar patadas a un balón sin el riesgo de romper un cristal, que a veces ocurría, o que te atropelle un coche.
No estoy ni a favor ni en contra del metilfenidato. Como todo medicamento tiene sus indicaciones y sus contraindicaciones. De lo que sí estoy convencido es de que existe un cierto abuso de esta y otras sustancias como consecuencia de algo muy peligroso que llevan a cabo las compañías farmacéuticas: la promoción de la enfermedad.
Los nuestros eran otros tiempos, ni mejores ni peores, sencillamente distintos. Es lo que podría denominarse desde la distancia una generación des"concerta"da.
Etiquetas: Déficit de Atención, fármaco, metilfenidato, TDAH, tratamiento farmacológico
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