Con la dislexia a cuestas
Periódicamente se publican noticias o artículos cuestionando la existencia de la dislexia. Si en enero de este mismo año, el parlamentario por el partido laborista en el Reino Unido, Graham Stringer, publicaba Dyslexia is a myth y hacíamos referencia a ello en este mismo blog, el pasado sábado aparecía publicado en Right Side News un artículo titulado The Truth About Dyslexia en el que defienden que la dislexia es una discapacidad artificial creada por las escuelas utilizando métodos de lectura errónea. Estamos demasiado acostumbrados a este escepticismo sobre la dislexia como para que este tipo de noticias nos asombre. Y no es de extrañar; hemos repetido muchas veces que el gran problema de la dislexia es la dislexia en sí misma. Llevamos más de cien años tratando de definir qué es la dislexia con escasos resultados y eso da pie a que surjan corrientes escépticas en torno a ella: ¿cómo puede existir algo que ni los que defienden su existencia pueden precisar lo que es?
Los que tenemos algún tipo de relación con la dislexia sabemos qué es; otra cosa muy distinta es que seamos capaces de definirla o explicarla. El que haya tantas definiciones de dislexia lo que nos indica es que ninguna es completamente satisfactoria. Para los investigadores esto representa un problema crucial. Para poder comparar los resultados de diferentes trabajos científicos hay que tener en cuenta que se debe partir de premisas iguales y métodos similares. Es por esta razón por la que, en el campo de la investigación, se empleen definiciones de tipo restrictivo, como es el caso de la definición de la World Federation of Neurology (1968): trastorno que se manifiesta por la dificultad para el aprendizaje de la lectura a pesar de una educación convencional, una adecuada inteligencia y oportunidades socioculturales. Depende fundamentalmente de alteraciones cognitivas cuyo origen frecuentemente es constitucional. ¿Quiere esto decir que la dislexia no puede coexistir con un coeficiente intelectual bajo? En absoluto, pero los investigadores necesitan acotar el término y despojarlo de todo aquello que puede representar un elemento de distorsión en la investigación. Con esta definición es indudable que quedan fuera muchos de los que en un campo más operativo, atendiendo a lo que sucede en el aula, presentan una dificultad para el aprendizaje de la lecto-escritura. Menos restricitva es la definición propuesta por el Comité de Dislexia del Consejo de Salud de los Países Bajos (1997): la dislexia está presente cuando la automatización de la identificación de las palabras y/o la escritura no se desarrolla, o se desarrolla de forma muy incompleta o con gran dificultad.
Es indudable que entre la necesidad de una definición rigurosa (científica) y una definición operativa (comportamental) se abre toda una brecha ideológica que alimenta el escepticismo de algunos. La ciencia debe buscar la verdad, pero también debe ser operativa y los resultados obtenidos en el campo de la investigación deben repercutir en la sociedad. Nos encontramos todavía en la fase de investigación de entender qué es la dislexia y por qué se produce. Cómo detectarla, sobre todo de forma temprana, es todavía el gran campo de batalla de la propia dislexia. A este nivel, el operativo, es donde puede haber parte de razón de los escépticos en materia de dislexia. Quizás haya que revisar los métodos de enseñanza tradicionales a los que señalan como responsables los escépticos, porque lo cierto es que el método de aprendizaje global es menos apropiado para un disléxico que el silábico.
El título de este post es una referencia al hecho de que, en esta semana, este blog cumple cuatro años con la dislexia a cuestas.
Los que tenemos algún tipo de relación con la dislexia sabemos qué es; otra cosa muy distinta es que seamos capaces de definirla o explicarla. El que haya tantas definiciones de dislexia lo que nos indica es que ninguna es completamente satisfactoria. Para los investigadores esto representa un problema crucial. Para poder comparar los resultados de diferentes trabajos científicos hay que tener en cuenta que se debe partir de premisas iguales y métodos similares. Es por esta razón por la que, en el campo de la investigación, se empleen definiciones de tipo restrictivo, como es el caso de la definición de la World Federation of Neurology (1968): trastorno que se manifiesta por la dificultad para el aprendizaje de la lectura a pesar de una educación convencional, una adecuada inteligencia y oportunidades socioculturales. Depende fundamentalmente de alteraciones cognitivas cuyo origen frecuentemente es constitucional. ¿Quiere esto decir que la dislexia no puede coexistir con un coeficiente intelectual bajo? En absoluto, pero los investigadores necesitan acotar el término y despojarlo de todo aquello que puede representar un elemento de distorsión en la investigación. Con esta definición es indudable que quedan fuera muchos de los que en un campo más operativo, atendiendo a lo que sucede en el aula, presentan una dificultad para el aprendizaje de la lecto-escritura. Menos restricitva es la definición propuesta por el Comité de Dislexia del Consejo de Salud de los Países Bajos (1997): la dislexia está presente cuando la automatización de la identificación de las palabras y/o la escritura no se desarrolla, o se desarrolla de forma muy incompleta o con gran dificultad.
Es indudable que entre la necesidad de una definición rigurosa (científica) y una definición operativa (comportamental) se abre toda una brecha ideológica que alimenta el escepticismo de algunos. La ciencia debe buscar la verdad, pero también debe ser operativa y los resultados obtenidos en el campo de la investigación deben repercutir en la sociedad. Nos encontramos todavía en la fase de investigación de entender qué es la dislexia y por qué se produce. Cómo detectarla, sobre todo de forma temprana, es todavía el gran campo de batalla de la propia dislexia. A este nivel, el operativo, es donde puede haber parte de razón de los escépticos en materia de dislexia. Quizás haya que revisar los métodos de enseñanza tradicionales a los que señalan como responsables los escépticos, porque lo cierto es que el método de aprendizaje global es menos apropiado para un disléxico que el silábico.
El título de este post es una referencia al hecho de que, en esta semana, este blog cumple cuatro años con la dislexia a cuestas.
Etiquetas: aniversario, artículo científico, Blogs de dislexia, colegio, definición de dislexia, detección, lecto-escritura
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