Puente sobre aguas turbulentas
Si la semana pasada nos movíamos Como pez en el agua, esta semana vamos a cruzar un puente sobre aguas turbulentas. El tema que vamos a tratar es duro, muy duro, y por tanto delicado. Si el cine refleja una realidad social, si las películas nos cuentan historias, algunas de ellas pueden ser realmente terribles, como es el caso de la película The Ugly (Scott Reynolds, 1997).
Esta película neozelandesa, que nos recuerda algo a El silencio de los corderos (Jonathan Demme, 1991), trata de un asesino en serie.
Siempre se ha dicho que la realidad supera a la ficción. ¿Puede superar la realidad un argumento tan espeluznante como el de The Ugly? La respuesta es sí. Joel David Rifkin tiene el “honor” de ser uno de los asesinos en serie más famosos de EE.UU (From the Mouth of the Monster: The Joel Rifkin Story, Robert Mladinich, Simon & Schuster Australia, 2001).
Rifkin cumple una condena de 203 años por 17 asesinatos y es disléxico, como Simon, el protagonista de The Ugly, interpretado por Paolo Rotondo.
Ambos tienen en común, tanto el personaje de ficción (Simon) como el real (Joel D. Rifkin), el haber sufrido acoso escolar (bullying) en la infancia. No es una relación infrecuente; lamentablemente hemos conocido unos cuantos casos. Pero tampoco es inusual lo contrario, chavales con dislexia que practican el acoso escolar y que también ha recogido el cine, como es el caso de Mean Creek (Jacob Aaron Estes, 2004), con Josh Peck haciendo el papel de un matón de escuela con una dificultad de aprendizaje.
Asociar dislexia (per se) a asesinos en serie es tan desproporcionado como el asociarla a genialidad. Pero ¿por qué se le asocia a genialidad y, en cambio, miramos para otra parte cuando la asociación es con delincuencia o criminalidad? Lo cierto es que dislexia se relaciona más frecuentemente a delincuencia que a éxito. Evidentemente ni la dislexia es causa de genialidad ni de delincuencia, pero sí un factor de riesgo o, podríamos decir, subyacente. De la misma manera que la dislexia es más frecuente en empresarios (ver cita), también los es entre la población reclusa (ver cita).
Aunque en algunos casos la criminalidad puede tener una carga genética, parece indudable que la violencia siempre es el resultado de la interacción de las disposiciones hereditarias y de la influencia del ambiente (Genética de la Violencia, Marcela Jara V, Sergio Ferrer D, en Rev Chil Neuro-Psiquiat 2005; 43(3): 188-200). Esta influencia del ambiente en la dislexia puede ser, en muchos casos, de resultados catastróficos por la merma en la autoestima que se va produciendo en el desarrollo de la personalidad de un ser tan vulnerable como es el caso de un niñ@ durante el largo proceso del aprendizaje. Si a esto se le asocia el bullying y las agresiones físicas, el odio es una consecuencia casi natural y lógica de toda esta mezcolanza de experiencias lamentables.
¿Qué podemos hacer? La dislexia no tiene cura porque no es una enfermedad. Acompañará al individuo durante toda su vida. Un niño con dislexia será un adulto con dislexia. Pero sí podemos, y debemos, prevenir las consecuencias que puede tener la dislexia. Si evitamos la exclusión, si evitamos la desventaja, es muy probable que evitemos la frustración y el daño en la autoestima que suelen ser el germen de cosas mucho peores que la propia dislexia, como a veces el cine se encarga de recordarnos.
Si no tenéis estómago, es mejor que renunciéis a ver la película The Ugly, premio a la mejor dirección en el Festival de Sitges de 1997.
Queda la opción de entretenerse un rato con la estrambótica y patética parodia sobre las películas de terror titulada Me parece que ... sé lo que gritasteis el último viernes 13 (Shriek If You Know What I Did Last Friday the Thirteenth, John Blanchard, 2000), en la que uno de los personajes es disléxico.
Pero nosotros no os la recomendamos.
La semana que viene trataremos sobre motivación a propósito de una muy buena película relacionada con la dislexia. ¡Os esperamos!
Esta película neozelandesa, que nos recuerda algo a El silencio de los corderos (Jonathan Demme, 1991), trata de un asesino en serie.
Siempre se ha dicho que la realidad supera a la ficción. ¿Puede superar la realidad un argumento tan espeluznante como el de The Ugly? La respuesta es sí. Joel David Rifkin tiene el “honor” de ser uno de los asesinos en serie más famosos de EE.UU (From the Mouth of the Monster: The Joel Rifkin Story, Robert Mladinich, Simon & Schuster Australia, 2001).
Rifkin cumple una condena de 203 años por 17 asesinatos y es disléxico, como Simon, el protagonista de The Ugly, interpretado por Paolo Rotondo.
Ambos tienen en común, tanto el personaje de ficción (Simon) como el real (Joel D. Rifkin), el haber sufrido acoso escolar (bullying) en la infancia. No es una relación infrecuente; lamentablemente hemos conocido unos cuantos casos. Pero tampoco es inusual lo contrario, chavales con dislexia que practican el acoso escolar y que también ha recogido el cine, como es el caso de Mean Creek (Jacob Aaron Estes, 2004), con Josh Peck haciendo el papel de un matón de escuela con una dificultad de aprendizaje.
Asociar dislexia (per se) a asesinos en serie es tan desproporcionado como el asociarla a genialidad. Pero ¿por qué se le asocia a genialidad y, en cambio, miramos para otra parte cuando la asociación es con delincuencia o criminalidad? Lo cierto es que dislexia se relaciona más frecuentemente a delincuencia que a éxito. Evidentemente ni la dislexia es causa de genialidad ni de delincuencia, pero sí un factor de riesgo o, podríamos decir, subyacente. De la misma manera que la dislexia es más frecuente en empresarios (ver cita), también los es entre la población reclusa (ver cita).
Aunque en algunos casos la criminalidad puede tener una carga genética, parece indudable que la violencia siempre es el resultado de la interacción de las disposiciones hereditarias y de la influencia del ambiente (Genética de la Violencia, Marcela Jara V, Sergio Ferrer D, en Rev Chil Neuro-Psiquiat 2005; 43(3): 188-200). Esta influencia del ambiente en la dislexia puede ser, en muchos casos, de resultados catastróficos por la merma en la autoestima que se va produciendo en el desarrollo de la personalidad de un ser tan vulnerable como es el caso de un niñ@ durante el largo proceso del aprendizaje. Si a esto se le asocia el bullying y las agresiones físicas, el odio es una consecuencia casi natural y lógica de toda esta mezcolanza de experiencias lamentables.
¿Qué podemos hacer? La dislexia no tiene cura porque no es una enfermedad. Acompañará al individuo durante toda su vida. Un niño con dislexia será un adulto con dislexia. Pero sí podemos, y debemos, prevenir las consecuencias que puede tener la dislexia. Si evitamos la exclusión, si evitamos la desventaja, es muy probable que evitemos la frustración y el daño en la autoestima que suelen ser el germen de cosas mucho peores que la propia dislexia, como a veces el cine se encarga de recordarnos.
Si no tenéis estómago, es mejor que renunciéis a ver la película The Ugly, premio a la mejor dirección en el Festival de Sitges de 1997.
Queda la opción de entretenerse un rato con la estrambótica y patética parodia sobre las películas de terror titulada Me parece que ... sé lo que gritasteis el último viernes 13 (Shriek If You Know What I Did Last Friday the Thirteenth, John Blanchard, 2000), en la que uno de los personajes es disléxico.
Pero nosotros no os la recomendamos.
La semana que viene trataremos sobre motivación a propósito de una muy buena película relacionada con la dislexia. ¡Os esperamos!
Etiquetas: adulto, autoestima, bullying, cine, crimen, delincuencia, desventaja, dislexia del adulto, dislexia en el cine, frustración
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