¿Por qué dos años?
Siempre nos hemos preguntado el por qué de esos dos años de retraso curricular para un diagnóstico de dislexia… y nunca hemos encontrado una contestación lógica. Esa obsoleta acotación en la definición de dislexia (que por cierto no figura en las definiciones de dislexia más importantes al uso), se encuentra abandonada hace ya mucho tiempo en los diferentes países de nuestro entorno. Pero ya sabemos ¡España es diferente!
En la reciente publicación de la ORDEN de 13 de diciembre de 2010, por la que se regula la atención al alumnado con necesidades específicas de apoyo educativo en la Comunidad Autónoma de Canarias, leemos en el anexo I referente a las Dificultades Específicas de Aprendizaje (DEA), y en concreto a la dislexia: Un alumno o alumna se identifica con las “Dificultades específicas de aprendizaje en lectura o dislexia” cuando muestra los siguientes indicadores: una competencia curricular en lectura con un retraso de dos cursos, al menos, respecto al nivel que le correspondería por su edad cronológica, además de problemas asociados a la adquisición de la ortografía y al deletreo (...)
Resulta llamativo que la orden remita a los criterios de identificación expuestos en el “Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales” (DSM-IV) de la Asociación Americana de Psiquiatría en la última versión que se publique, para los Trastorno generalizados del desarrollo o los Trastornos graves de conducta, y no para las DEA, para las que no hace referencia concreta alguna a los dos años.
¿Por qué dos cursos?
El problema que surge de todo esto es, ¿qué hacemos mientras tanto? ¿esperamos tranquilamente dos años para obtener un diagnóstico? Y si después de esperar tranquilamente, la habilidad del niño/a hace que el retraso sea tan sólo de 1 y ½ curso? ¡Qué cabrón/a de niño/a que nos jode el diagnóstico!
No sé vosotros, pero el símil que se nos ocurre es como si dos niños, echando una carrera, uno normal y otro cojo, al cojo le diéramos una desventaja de medio minuto (o dos, por aquello de los dos cursos). Si se trata de una dificultad, cómo podemos esperar que, después de dos años, además, sea capaz de recuperar el tiempo perdido.
Como procedemos del mundo de la medicina, no podemos entender ese no hacer nada. Vale que la dislexia no es una enfermedad, y nos disgusta el uso de la terminología médica cuando nos referimos a ella. Términos como diagnóstico, tratamiento, trastorno (que no lo es), están tomados del argot médico para referirnos a detección, intervención o desventaja. Sin embargo, utilizamos de la medicina la terminología, pero no el gran sentido común de esta: la prevención.
El problema de todo esto es que muchos profesores necesitan de adaptaciones curriculares no significativas para la atención en el aula de estos niños/as. Pero para ello, necesitan que los equipos de orientación hagan diagnósticos de dislexia a estos chavales. Si el desfase curricular no es de dos años, olvidaros, no hay dislexia. Uno de los argumentos que se barajan habitualmente por los propios equipos de orientación es el de que no se puede poner etiquetas a los niños/as. De esa manera, no se le etiqueta de dislexia, pero en la práctica se le etiqueta de algo peor, de vago o de torpe.
¿Por qué tanto miedo a equivocarnos con un diagnóstico de dislexia que a lo mejor no lo es? ¿Tan grave resulta decir que alguien es disléxico y favorecerse de una intervención aunque luego resulte no serlo? La experiencia nos muestra que es peor no hacer nada.
En su célebre trabajo Evidence That Dyslexia May Represent the Lower Tail of a Normal Distribution of Reading Ability (N Engl J Med 1992; 326:145-150), Shaywitz et al. mostraron como las Dificultades de lectura, incluyendo la dislexia, se producen como parte de un continuo que incluye también la capacidad de lectura normal. La dislexia no es un fenómeno de todo o nada, al igual que la hipertensión, se produce en grados. La variabilidad inherente en el diagnóstico de la dislexia puede cuantificarse y predecirse con el uso de un modelo de distribución normal.
Han transcurrido casi 20 años desde la publicación de este artículo que forma parte del estudio de cohortes del Connecticut Longitudinal Study y en España seguimos aferrándonos a los tristemente famosos dos años de retraso curricular. ¡Qué pena!
En la reciente publicación de la ORDEN de 13 de diciembre de 2010, por la que se regula la atención al alumnado con necesidades específicas de apoyo educativo en la Comunidad Autónoma de Canarias, leemos en el anexo I referente a las Dificultades Específicas de Aprendizaje (DEA), y en concreto a la dislexia: Un alumno o alumna se identifica con las “Dificultades específicas de aprendizaje en lectura o dislexia” cuando muestra los siguientes indicadores: una competencia curricular en lectura con un retraso de dos cursos, al menos, respecto al nivel que le correspondería por su edad cronológica, además de problemas asociados a la adquisición de la ortografía y al deletreo (...)
Resulta llamativo que la orden remita a los criterios de identificación expuestos en el “Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales” (DSM-IV) de la Asociación Americana de Psiquiatría en la última versión que se publique, para los Trastorno generalizados del desarrollo o los Trastornos graves de conducta, y no para las DEA, para las que no hace referencia concreta alguna a los dos años.
¿Por qué dos cursos?
El problema que surge de todo esto es, ¿qué hacemos mientras tanto? ¿esperamos tranquilamente dos años para obtener un diagnóstico? Y si después de esperar tranquilamente, la habilidad del niño/a hace que el retraso sea tan sólo de 1 y ½ curso? ¡Qué cabrón/a de niño/a que nos jode el diagnóstico!
No sé vosotros, pero el símil que se nos ocurre es como si dos niños, echando una carrera, uno normal y otro cojo, al cojo le diéramos una desventaja de medio minuto (o dos, por aquello de los dos cursos). Si se trata de una dificultad, cómo podemos esperar que, después de dos años, además, sea capaz de recuperar el tiempo perdido.
Como procedemos del mundo de la medicina, no podemos entender ese no hacer nada. Vale que la dislexia no es una enfermedad, y nos disgusta el uso de la terminología médica cuando nos referimos a ella. Términos como diagnóstico, tratamiento, trastorno (que no lo es), están tomados del argot médico para referirnos a detección, intervención o desventaja. Sin embargo, utilizamos de la medicina la terminología, pero no el gran sentido común de esta: la prevención.
El problema de todo esto es que muchos profesores necesitan de adaptaciones curriculares no significativas para la atención en el aula de estos niños/as. Pero para ello, necesitan que los equipos de orientación hagan diagnósticos de dislexia a estos chavales. Si el desfase curricular no es de dos años, olvidaros, no hay dislexia. Uno de los argumentos que se barajan habitualmente por los propios equipos de orientación es el de que no se puede poner etiquetas a los niños/as. De esa manera, no se le etiqueta de dislexia, pero en la práctica se le etiqueta de algo peor, de vago o de torpe.
¿Por qué tanto miedo a equivocarnos con un diagnóstico de dislexia que a lo mejor no lo es? ¿Tan grave resulta decir que alguien es disléxico y favorecerse de una intervención aunque luego resulte no serlo? La experiencia nos muestra que es peor no hacer nada.
En su célebre trabajo Evidence That Dyslexia May Represent the Lower Tail of a Normal Distribution of Reading Ability (N Engl J Med 1992; 326:145-150), Shaywitz et al. mostraron como las Dificultades de lectura, incluyendo la dislexia, se producen como parte de un continuo que incluye también la capacidad de lectura normal. La dislexia no es un fenómeno de todo o nada, al igual que la hipertensión, se produce en grados. La variabilidad inherente en el diagnóstico de la dislexia puede cuantificarse y predecirse con el uso de un modelo de distribución normal.
Han transcurrido casi 20 años desde la publicación de este artículo que forma parte del estudio de cohortes del Connecticut Longitudinal Study y en España seguimos aferrándonos a los tristemente famosos dos años de retraso curricular. ¡Qué pena!
Etiquetas: adaptación curricular, definición de dislexia, detección, Dificultad de Aprendizaje, Dislexia, intervención, prevención, Shaywitz, tratamiento, tratorno generalizado de desarrollo
5 Comments:
Es indignante.Es mejor esperar a que el daño sea mayor que empezar a intervenir sin diagnostico pero sí con las premisas indicativas que indican que algo pasa. Si es vago no hay que hacer nada pero si es dislexia hay que trabajar. Entoces mejor vago que las etiquetas traumatizan a los niños pero los insultos no.He oído tantos disparates que sólo me sale ironía.Era vago pero luego resultó que tenía dislexia,disgrafía y disortografia .Esto previo paso por inspección educativa pues el centro seguia diciendo que era vago.¿Y el daño por no intervenir a tiempo?
By Pilar, at 24/3/11 09:35
Yo tampoco lo entiendo. No soy especialista en el tema, pero creo que en dos años cada niño ha ido compensado sus dificultades según las caracteristicas de sus dificultades , segun el grado, según el ambiente familiar, según su motivación, según su inteligencia, etc, etc. Lo mismo que no entiendo el por que del coeficiente intelectural. Si tiene un coeficiente 140 si puede ser dislexico pero si tienes 80 ¡no¡. Pero como ya he dicho antes apenas tengo estudios, tal vez por eso no lo entienda
By CONSUELO, at 24/3/11 19:56
No, Consuelo, no es que por no "tener estudios" no "lo entiendas", porque MUCHOS/AS que tienen los estudios "no saben nada" y, lo peor, no quieren "saber nada", mejor, miran para otro lado, no vaya a ser que les toque el "marrón" a ellos/as de ponerle nombre a la dificultad, de poner la "famosa etiqueta".
Llamar las dificultades por su nombre es hacerle frente, es ser valiente, es asumir la dificultad y tirar para adelante, pero si no somos capaces de hacer ésto los adultos, ¿cómo lo vamos a esperar de los chicos/as?
Como muy bien dice en el artículo el Dr. Francisco Martínez Martínez, está absolutamente obsoleto hablar de un "desfase de dos años" (Rosie Wood, Reino Unido) y de hablar como acondicionante que tengan un "CI normal o por encima de la media" (Linda Siegel, Cánada), ésto según expertos internacionales que se echan las manos a la cabeza, cuando ven en qué situación nos encontramos todavia en España, puesto que eran criterios que se barajaban en los años 60.
Pero así es cómo estamos, y tenemos que tratar de presionar todo lo que podamos: padres, madres, personas con dislexia, familares, simpatizantes, profesionales, todos para que esta situación pueda cambiar algún día y nos permita apreciar la dislexia como una dificultad más, como muchas otras, y no como una "etiqueta" con un peso que aplasta al que la lleve puesta y al que le comprometa quien se atreva a ponerla.
By Anita-Presidenta DISLECAN y FEDIS, at 24/3/11 22:41
Hay un método nuevo que consta de 10 cuadernos que os pueden ayudar muchísmo a los padres con hijos con dislexias y/o dislalias además de otros trastornos del aprendizaje.
El método se llama: ESCRIBE Y DIBUJA de Andrés Méndez García. Su autor es un Inspector de Educación, que ha escrito durante muchos años los libros de texto para la editorial Anaya. Y que está especializado en Pedagogía Terapéutica. Concienciado con el problema y sufrimiento que supone al niño y a todo su entorno, ha publicado un método muy eficaz para la corrección y superación de dificultades para los niños/as disléxicos o con alguna dificultad del aprendizaje. En la página web www.escribeydibuja.es se puede descargar el cuadernillo de muestra, en el que hay casi una página de cada cuaderno del 1 al 10 y se puede tener una idea bastante orientativa de cómo se compone el método.
Este método detecta los problemas que le surgen al niño en la lecto-escritura, los corrige y además sirve para prevenir que los niños que tengan estos problemas lo arrastren durante toda su vida si no son detectados a tiempo. Además, en estos cuadernos se da rienda suelta a la imaginación del niño, ya que puede dibujar libremente y colorear. A los niños hay que darles un material con el que no se aburran, para que sea algo ameno y divertido en lugar de un suplicio.
En el cuaderno 1 se explica a los padres o profesores CÓMO CORREGIR las dificultades que pueden ir surgiendo en los cuadernos siguientes en donde el niño/a va aprendiendo todas las letras y además las difíciles "trabadas o sínfones".Los cuadernos están hechos en cuadrícula y los dos últimos están en pauta. El cuaderno 9 es de lectura comprensiva y trabajo de trabadas mediante juegos distintos.
Este método es estupendo para que los padres lo trabajen en casa como refuerzo y corrección en su aprendizaje.
Los cuadernos son los más baratos de todos los que existen de escritura. Valen 2,50 euros.
Espero que esta información os ayude.
Un saludo.
By M Fernanda, at 23/5/11 18:29
Soy disléxica y tengo dos hijas con el mismo problema. Yo ya he pasado por esta situación aunque en su momento "esto" no se diagosticava, simplemente eras un vago. Ahora se diagnostica, si, pero de que sirve??? En el sistema de educación, no hay ningún tipo de ayuda. Ahora ya me comentan: tiene una hija con una dislexia severa, con un coeficiente intelectual alto, pero tendrá problemas a la hora de hacer ESO. Yo me pregunto, estos niños no se pueden potenciar de otra manera que no sea leyendo el temario, no se pueden poner unos tutores especializados para poder aprender lo mismo pero adaptado a sus necesidades??
By Maite, at 17/8/11 09:17
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