Dislexia sin Complejos

jueves, mayo 22, 2014

Todo lo que usted quería saber sobre dislexia pero que no debe preguntar

Siguiendo con la entrada Todo lo que…, habíamos dejado para una entrada posterior aquellas cuestiones más delicadas en torno a la dislexia: ¿Cómo se detecta? ¿Cómo se interviene? etcétera. Cuestiones interesantes, sin duda, pero sobre las que casi que es mejor no preguntar, más que nada porque la respuesta no va a resolvernos prácticamente nada y generalmente nos va a plantear más nuevas dudas que despejar nuestra incertidumbre.
Estamos leyendo con gran interés el libro The Dyslexia Debate (Elliott & Grigorenko). Un libro en el que los autores cuestionan abiertamente el uso del término dislexia en el “diagnóstico” de las dificultades de aprendizaje. ¡Ojo! No cuestionan la dislexia. Elena Grigorenko es una autoridad reconocida a nivel mundial en esta desventaja a la que hemos hecho referencia en alguna ocasión en este blog, véase por ejemplo: la dislexia y el swahili o el capítulo del El reto de la dislexia: Adán y Eva ¿fueron disléxicos?


Lo que plantean ambos autores es algo en lo que llevamos haciendo hincapié mucho tiempo: la falta de una definición clara y aceptada por todo el mundo del término dislexia; esto provoca una gran confusión generalizada que hace que, según que definición se use, una persona pueda ser disléxica según dónde.
La dislexia, por lo que vamos sabiendo de ella desde el punto de vista científico, es un problema de decodificación del lenguaje escrito. Partiendo de la base que el cerebro humano no está diseñado para un lenguaje inventado por el ser humano hace solo unos pocos miles de años (Maryanne Wolf), la expresión de determinados genes implicados en los procesos de migración neuronal durante el desarrollo embrionario del cerebro, condiciona ese problema de decodificación en alguna o ambas de las dos vías implicadas en el proceso lector: la vía léxica y la fonológica.
Pero ese “fallo” que condiciona una dificultad lectora, puede estar originado por otras causas muy diferentes a las que, insistimos, empezamos a diseccionar desde el punto de vista de la Neurobiología. La pregunta es:¿Es todo dislexia? Nos resulta llamativo que el libro The Dyslexia Debate, arranque de la misma forma que nuestro capítulo del libro El reto de la dislexia en referencia a una entrada de este blog: ¿Mito o realidad?
Precisamente en esa entrada hacíamos mención a uno de los autores del libro: Julian Elliott, de la Universidad de Durham.


Para estos autores, resulta paradójico el que la definción de dislexia pueda ser igualmente fácil o muy difícil y analizan algunas de las contradicciones presentes en la mayoría de las definiciones. El Rose Report (2009) identifica tres rasgos característicos en la dislexia:
-debilidad de la conciencia fonológica
-debilidad de la memoria verbal
-debilidad de la velocidad del procesamiento verbal
Sin embargo, ninguno de estos “marcadores” es considerado necesariamente para la detección de la dislexia. En cambio, otras consideraciones, como problemas de lenguaje, cálculo mental, coordinación motora, falta de concentración, organización personal, etc., que puede tratarse de situaciones probablemente comórbidas, no pueden ser reconocidas en sentido estricto como “marcadores” de la dislexia, pero se encuentran presentes en buena parte de lo que muchos denominan indicadores de dislexia. ¿Por qué?
Lo hemos avisado:  Todo lo que… pero que no debe preguntar.

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jueves, mayo 08, 2014

El cerebro lector

Todavía enfrascados en la densa lectura del interesante libro de Julian Elliott y Elena Grigorenko, The Dyslexia Debate, nos enteramos que Siglo Veintiuno Editores acaba de lanzar en Argentina el libro de Stanislas Dehaene, El Cerebro Lector.


Este libro es la versión traducida al español del afamado libro al que hemos hecho referencia en alguna ocasión, Reading in the Brain.


Hace ahora dos años, publicábamos en este mismo blog una entrada titulada Saldos y Novedades en la que hacíamos referencia, entre otros, al propio Stanislas Dehaene:
"No nacimos para leer". Con esta sencilla y contundente frase comienza el libro de Maryanne Wolf, Proust and the Squid, titulado en España Cómo aprendemos a leer. La mayoría de los neurolingüistas modernos coinciden en afirmar que el cerebro humano no está diseñado para la lecto-escritura. Conseguirlo es consecuencia de una de las funciones más maravillosas del cerebro, la neuroplasticidad. Durante la lectura, intervienen un gran número de procesos neuronales que parecen ser el resultado de saldos de otras funciones de nuestro cerebro. Es como si se usaran retales de neuronas para establecer las conexiones necesarias para ser capaz de leer, una especie de reciclaje neuronal, según explica muy bien Stanislas Dehaene.
La introducción del libro El cerebro lector está disponible en pdf en el servidor de la propia Editorial

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