Dislexia sin Complejos

jueves, octubre 29, 2009

Ciberdislexia

Aunque el término no lo hemos acuñado nosotros, hoy queremos hablar de la dislexia en Internet; pero no en los términos en los que se usa ciberdislexia en referencia a los errores ortográficos propios de una escritura rápida o un error de tecleado al hacerlo en las redes sociales, o por la comprensión errónea de textos pésimamente escritos y el agotamiento visual que provoca su lectura en la pantalla del ordenador. Hemos querido asomarnos a la información existente en Internet sobre la dislexia, esto es, la presencia de la dislexia en el ciberespacio.
El término ciberespacio procede de la novela de ciencia ficción de William Gibson, Neuromante, de 1984 y sería el conjunto o realidad virtual donde se agrupan usuarios, páginas web, chats, y demás servicios de Internet y otras redes sociales. Tendemos a asumir que es lo mismo ciberespacio que Internet, cuando este es sólo una mínima parte de esa enorme realidad virtual.
A finales de 1990, en el Conseil Européen pour la Recherche Nucléaire, surge el World Wide Web (www) y el protocolo orientado a su uso interactivo, el Hypertext Transport Protocol (http), tal y como lo conocemos y venimos utilizando desde entonces. Tim Berners-Lee, al frente de un grupo de físicos fueron los responsables ello.
Hoy en día, Internet se ha convertido en la mayor fuente de información y comunicación existente, pero, como señala Mayans i Planells lo realmente importante -o revolucionario, o reseñable, o realmente aprovechable- de Internet y, por extensión, del ciberespacio, no radica en sus características tecnológicas puras sino en que se trata de una tecnología social. Una de las conclusiones de este extenso trabajo es que debemos entender el ciberespacio como un espacio social practicado, es decir, un espacio que sólo existe porque es socialmente significativo, porque en él tiene lugar actividad social de algún tipo. El ciberespacio no es una red de ordenadores, sino el resultado de la actividad social de los usuarios y usuarias de los ordenadores conectados entre sí que se reparten -desigualmente, eso sí- por todo el mundo. Por tanto, el ciberespacio es sociedad y no puede ser otra cosa que sociedad (Mayans i Planells, Joan, 2003, "El ciberespacio, un nuevo espacio público para el desarrollo de la identidad local". Conferencia inaugural del III Encuentro de Telecentros y Redes de Telecentros, Peñafiel, Valladolid, octubre de 2003. Disponible en el ARCHIVO del Observatorio para la CiberSociedad aquí).


(Mapa de Internet en 1999)

Así las cosas, debemos entender la presencia de la dislexia en Internet, la ciberdislexia, más que como información pura y dura en relación a esta desventaja, como el resultado de la actividad social que se genera en torno a ella: ideas, propuestas, interpretaciones, boicoteos, etc. En definitiva, interacción entre los usuarios. Nos guste más o menos,
(...) estamos creando un mundo en el que todos pueden entrar, sin privilegios o prejuicios debidos a la raza, el poder económico, la fuerza militar, o el lugar de nacimiento.
Estamos creando un mundo donde cualquiera, en cualquier sitio, puede expresar sus creencias, sin importar lo singulares que sean, sin miedo a ser coaccionado al silencio o el conformismo
(John Perry Barlow: Declaración de Independencia del Ciberespacio).
Con frecuencia, cuando buscamos información sobre la dislexia en Internet, esta es poco rigurosa (cuando no falsa) o sesgada. Pero esto es Internet (Ciberespacio) y, nos guste más o menos, así debe seguir siendo: un espacio virtual social interactivo. El rigor al tratar la información es un asunto de cada cual. En nuestro caso, prioritario.


(Mapa de Internet en la actualidad)

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jueves, octubre 22, 2009

De la prevalencia de la dislexia

Uno de los criterios de búsqueda más frecuentes por los que os acercáis a este blog es para tratar de encontrar una respuesta a la incidencia, la prevalencia o la frecuencia con que se presenta la dislexia en la población. El término incidencia no es adecuado debido a que sería el número de casos nuevos detectados en un período de tiempo determinado. En cambio, la prevalencia indicaría el porcentaje de individuos que presentan esa característica (dislexia en este caso) con respecto a una determinada población. En Internet encontramos cifras de lo más variopintas al respecto y siempre manejando intervalos: de un 10-15%; de un 15-20%; etc. La verdad es que no son cifras reales y, además, se encuentran muy infladas.
Para empezar, no hay estudios amplios de población para valorar la prevalencia de la dislexia ni de las otras dificultades de aprendizaje (DA). En la mayoría de los casos los resultados son estimaciones sobre poblaciones muy pequeñas y, generalmente, sesgadas. Por ejemplo, si nosotros trabajamos con niños que presentan una DA, como tendremos unos cuantos, tenderemos a sobreestimar que para la población general el número de casos será tan elevado como la proporción de casos con DA que nosotros vemos.
Tim Miles, Profesor Emérito de Psicología de la Universidad de Gales, es el autor de Algunos problemas en determinar la prevalencia de la dislexia (Revista Electrónica de Investigación Psicoeducativa y Psicopedagógica. Nº 2 (2), 5-12). En este trabajo destaca cualquier cifra que se mencione en cuanto a la prevalencia de la dislexia depende ne­cesariamente de cómo se define la palabra “dislexia”. Sobre esta cuestión ya hemos tratado el tema con anterioridad en otro blog. Partiendo de los criterios de Critchley (The Dyslexic Child. London: Heinemann Medical Books, 1970) para definir la dislexia evolutiva, surgen dificultades en determinar la difusión de la dislexia por las siguientes razones: (i) la condición se muestra de formas dis­tintas en distintos idiomas; (ii) valoraciones completas, las suficientes para llegar a una medi­da de la difusión, serían una carga pesada sobre los recursos disponibles; (iii) la situación se complica aún más por la existencia de variantes de la dislexia –ligeros casos que a veces ocu­rren entre los familiares de los más profundamente afectados.
Miles ha sido uno de los participantes en el British Births Cohort Stu­dy, en el que fueron seleccionados los niños que nacieron en Inglaterra, Gales y Escocia durante la semana del 5 al 11 de abril de 1970. Al principio había más de 14.000 niños, y en el momento del seguimiento en 1980, había datos educati­vos disponibles para 12.905 niños. Este estudio, el cual continúa abierto porque se están estudiando muchas otras cosas, es, hasta donde sabemos, el más amplio que se ha hecho sobre DA y dislexia en concreto.



De los 12.905 niños del estudio, 3.200 resultaron ser de baja capacidad en las pruebas de inteligencia, y, aunque por supuesto es posible que un niño de baja capacidad también sea disléxico, decidimos (después de mucha dudas) excluir a estos niños de nuestro análisis, por el motivo de que la “baja capacidad” es un factor complicador añadido. Otros 757 se les tuvo que excluir del análisis por datos parciales. Por lo tanto, había datos para un total de 8.947 niños que fueron repartidos en los diferentes grupos que se muestran en la tabla 1 tomada del trabajo de Miles en función de los resultados de una serie de pruebas convencionales de lectura, orto­grafía y de inteligencia, junto con cuatro ítem de pruebas que creíamos que eran indicadores de la dislexia en el contexto de pésimos niveles de rendimiento en la lectura o la ortografía.
Del análisis de los resultados obtenidos, Miles sugiere una cifra de 3% para los casos graves, con otro 6% si se incluyen todas las variantes y casos marginales. Aunque como muy bien añade hay que subrayar las limitaciones del estudio. En un estudio para valorar si una persona es o no disléxica se emplean una gran batería de test que suele requerir unas cuántas horas. La minuciosidad de este tipo de estudios, su aplicación en una amplia población (12.905 niños), requeriría unos recursos incalculables que obligan (obligaron) a simplificar los criterios diagnósticos de dislexia. En cualquier caso, y sumando ambos conjuntos, Miles y colaboradores obtuvieron una prevalencia del 9% (casos graves, diferentes variantes y casos marginales) en una lengua, como es el inglés, nada transparente. Para lenguas transparentes como es el caso del español, el porcentaje o la prevalencia es, sin duda, bastante menor.

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jueves, octubre 15, 2009

De la guerrilla a la ciencia... y dislexia

Hemos cambiado la entrada que teníamos prevista para hoy debido a la gran repercusión que está teniendo en los medios de comunicación el trabajo publicado en la revista Nature de Manuel Carreiras, director del Basque Center on Cognition, Brain and Language (BCBL), y colaboradores del Wellcome Trust Centre for Neuroimaging, Universidad Nacional de Colombia, Universidad de La Laguna, País Vasco y Londres: An anatomical signature for literacy.
Lo interesante de este estudio fue analizar por medio de Resonancia Magnética los cerebros de ex-guerrilleros colombianos adultos que se encontraban en un proceso de reinserción social y que habían aprendido recientemente a leer, con los de otros que aún no habían empezado el programa y eran aún analfabetos. La ventaja de esta aproximación al estudio de cómo se aprende a leer, es que, a diferencia de los niños, donde siempre se había estudiado hasta ahora, no hay la distorsión que puede generar el complejo proceso madurativo de un niño y que afecta a todo el cerebro en su conjunto. En palabras del propio Manuel Carreiras: "La enseñanza de la lectura se produce durante los primeros años escolares, al mismo tiempo que se aprenden otras destrezas. Separar los cambios que se producen en el cerebro durante la infancia causados por la enseñanza de la lectura de los cambios producidos por el aprendizaje de destrezas sociales o motrices es casi imposible".
Los resultados mostraron que en los cerebros de los ex-guerrilleros que habían aprendido a leer la densidad de la materia gris era mayor en varias áreas del hemisferio izquierdo del cerebro. Estas áreas se corresponden con aquellas que son las responsables del reconocimiento de las formas de las letras y la traducción de letras a sonidos y sus significados. Una de las mayores aportaciones del estudio es la que precisa un poco más sobre la función del giro angular. "La visión tradicional ha sido que el giro angular actúa como un diccionario que convierte las letras de una palabra en sonidos y en significados", explica Carreiras. "Pero nosotros mostramos ahora que su función es más de carácter predictivo, anticipando letras a partir del significado; es similar a la función predictiva para los mensajes del teléfono móvil".
Este trabajo tiene gran relevancia para la investigación de la dislexia. Los estudios con disléxicos han mostrado que tienen una menor densidad de materia gris y de materia blanca en las mismas regiones identificadas ahora en el trabajo de Carreiras et al. La interpretación que se hacía es que esas diferencias estructurales eran la causa de la dislexia. Sin embargo, puesto que el tamaño de estas áreas crece al aprender a leer, los autores proponen que las diferencias cerebrales de los disléxicos no son la causa de sus dificultades en el aprendizaje de la lectura si no su consecuencia. Al no aprender a leer, las áreas no crecen.
El trabajo citado aparece publicado hoy en Nature y no hemos tenido tiempo para un análisis profundo de este interesante estudio, por lo que, mientras lo hacemos, os animamos a consultar los diferentes medios de información que se hacen eco de la noticia y la gran repercusión de la misma:

-El País
-Diario Vasco
-BBC Mundo
-Europa Press
-Agencia EFE

Manuel Carreiras es además el coordinador del proyecto Cognición y Educación (COEDUCA), financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación, y que es el proyecto de investigación más ambicioso para el estudio del fracaso escolar en España hasta el momento (ver noticia).

Si hace una semana hacíamos referencia a Viaje alucinante y al escritor Isaac Asimov, hoy queríamos haber hecho referencia a otro grande de la ciencia ficción que merece ser igualmente citado: Stanislaw Lem, autor, entre otras muchas obras de Ciberíada, una colección de relatos nunca llevada al cine que nos había inspirado el título que hubiera tenido esta entrada: Ciberdislexia. Pero los acontecimientos mandan y la ciberdislexia tendrá que esperar.

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jueves, octubre 08, 2009

Viaje alucinante

Viaje alucinante (Richard Fleischer, 1966) es el título de una película de ciencia ficción ganadora de dos Óscars basada en el relato de los escritores Otto Klement y Jerome Bixby. Contra la creencia popular, Isaac Asimov escribió por encargo la novela basada en el guión de la película. Un agente de la CIA, un piloto, dos científicos y una mujer, asistente de cirugía, tripulando un submarino llamado Proteus, son reducidos al tamaño de una bacteria e inoculados en el sistema circulatorio de un científico soviético, especialista en la miniaturización de objetos, que deserta a los Estados Unidos y se encuentra en coma tras un intento de asesinato. La misión: viajar hasta el cerebro, encontrar y destruir el trombo que está por provocarle la muerte.



En los últimos años estamos asistiendo a un viaje alucinante por el cerebro humano gracias al desarrollo de técnicas que permiten su estudio in vivo. Si hasta hace relativamente poco tiempo sólo se disponía del TAC (Tomografía axial computadorizada) y, poco después, de la RMN (Resonancia magnética nuclear), en la actualidad se dispone de técnicas mucho más avanzadas para el estudio de la funcionalidad de un cerebro para las que teníamos que conformarnos con la información derivada simple y llanamente de su estructura.


(Imagen tomada de The Whole Brain Atlas)

La RMN funcional, el SPECT (Single Photon Emission Computed Tomography, en español sería Tomografía computadorizada por emisión de fotón único) o la EMT (Estimulación magnética transcraneal) nos están permitiendo un vertiginoso viaje alucinante sin recurrir a la miniaturización más propia de la ciencia ficción.


(Imagen tomada de The Whole Brain Atlas)


(Imagen tomada de Grupo Hispano-Luso de SPECT Cerebral)

Alguna de estas técnicas se encuentran todavía en fase de desarrollo, más a nivel experimental que de práctica clínica. En concreto la EMT "se está utilizando para el estudio neurofisiológico del cerebro ya que permite, por medio de una inducción electromagnética, la despolarización de neuronas y el efecto a distancia, esto es, y tal y como están poniendo de manifiesto las diferentes técnicas de estudio de neuroimagen, que el procesamiento cognitivo y el comportamiento son consecuencia de interacciones entre regiones cerebrales distantes que se entroncan en redes neurales funcionales. Así, empezamos a entender las enfermedades neuropsiquiátricas como por ejemplo el Parkinson o la depresión, como alteraciones de diferentes circuitos neurales o circuitopatías". Pero estos estímulos, de forma repetida, pueden remodelar la funcionalidad de dichos circuitos gracias a la plasticidad del cerebro. De hecho, la EMT se ha utilizado (aunque de forma experimental) en el Déficit de Atención, entre otros cuadros.


(Imagen tomada de Pacual Leone y Tormos-Muñoz: Estimulación magnética transcraneal: fundamentos y potencial de la modulación de redes neuronales específicas, REV NEUROL
2008; 46 (Supl 1): S3-10)

No resulta descabellado que en un futuro, quizás no muy lejano, la intervención en la dislexia (y las demás Dificultades de Aprendizaje) se oriente hacia unas sesiones de EMT que remodelen los circuitos necesarios para sortear las ectopias presentes en estos casos. Pero eso, actualmente, es ciencia ficción y, por el momento, nuestr@s niñ@s con una dificultad de aprendizaje deberán seguir teniendo necesidad del tradicional apoyo e intervención logopédica adecuada a sus necesidades.

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jueves, octubre 01, 2009

El cerebro plástico

Con el título de este post, el cerebro plástico (que no de plástico) queremos hacer referencia a una de las funciones más extraordinarias del cerebro: su plasticidad. La plasticidad es la capacidad del cerebro para remodelar las conexiones entre sus neuronas. Se encuentra en la base de los procesos de la memoria y del aprendizaje, pero a veces también interviene para compensar funcionalmente los efectos de las lesiones cerebrales estableciendo nuevas redes neuronales. Estas modificaciones locales de la estructura funcional del cerebro dependen del entorno, de los estímulos que le llegan del exterior y le permiten adaptarse de forma rápida y dinámica.
La plasticidad cerebral es una de las ventajas más importantes en el proceso evolutivo del Homo sapiens. A diferencia del lenguaje verbal para el que el cerebro humano se encuentra perfectamente diseñado, excepto en los casos del denominado trastorno específico del lenguaje (TEL) o specific language impairment (SLI) en inglés y del que sabemos realmente bastante poco, el lenguaje escrito surgió como consecuencia de la gran plasticidad del cerebro. La capacidad de establecer redes neuronales, circuitos que ponen en contacto áreas cerebrales situadas a distancia, es lo que facilitó el surgimiento de la lecto-escritura.



Como dice Maryanne Wolf en su libro Proust y el Calamar, al que hacíamos referencia hace ahora justo un año: nosotros no nacimos para leer. Es un milagro que los humanos puedan hacerlo. Los disléxicos, en la mayor parte de los casos, acaban consiguiendo una suficiente fluidez en la lecto-escritura que les permite la supervivencia en un mundo dominado por las letras y las palabras escritas. Y ello es posible gracias a la plasticidad cerebral, a la capacidad del cerebro de sortear los obstáculos que presenta el cerebro disléxico para el aprendizaje de la lecto-escritura. Pero la plasticidad es una cualidad que surge como consecuencia de la repetición una y otra vez del estímulo, de la insistencia y la perseverancia, de ahí que digamos que a leer se aprende leyendo, que no es lo mismo que a aprender se aprende leyendo, como no es lo mismo el cerebro plástico que el cerebro de plástico.

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