¿Mito o realidad?
No es nuevo; ya en 2005, la publicación en el suplemento de Times Educational de un artículo de Julian Elliot, psicólogo educativo en la Universidad de Durham, cuestionaba la validez científica del término dislexia. Es precisamente el que haya tantas definiciones diferentes de dislexia (hasta 28) lo que complica la cuestión. Puede darse el caso de que una persona sea identificada como disléxico según una definición y no lo sea aplicando otra de las definiciones.
No obtante, a estas alturas es realmente complicado, desde un punto de vista científico, cuestionar la existencia de la dislexia cuando sabemos tanto acerca de su neuroanatomía y de su genética, aunque no es menos cierto que falta todavía mucho camino por recorrer para descubrir y entender esta entidad. Solo en el año 2008 aparecen recogidos 220 artículos sobre dislexia en la mayor base de datos del mundo sobre publicaciones científicas: PubMed de la U.S. National Library of Medicine. ¿Si fuera un mito, habría tanta gente investigando en dislexia?
Entonces, ¿por qué se sigue cuestionando? En nuestra opinión, lo que se traduce del artículo de Stringer es una crítica a la ligereza con la que se diagnostica la dislexia. Como hemos dicho en alguna ocasión, ni todo el que se mueve mucho es hiperactivo, ni todo el que lee con alguna dificultad es disléxico. De acuerdo que un disléxico no es vago, pero hay que reconocer que hay vagos (que sin duda los hay) para los que un diagnóstico de dislexia les aporta la necesaria justificación para excusar su vagancia.
En este mismo Blog hemos hablado de las pseudodislexias y del riesgo que corremos de que la dislexia se convierta en un cajón de sastre donde metamos todo: vagos, niños desatendidos en el seno de sus familias y, quizás, algún disléxico. Y está pasando, de ahí que algunos hablen de que si la dislexia se da en el 15% de la población cuando los estudios más serios la cifran en torno al 5% (Lagae, Learning disabilities: definitions, epidemiology, diagnosis, and intervention strategies en Pediatr Clin North Am. 2008 Dec;55(6):1259-68).
La dislexia es una realidad lamentablemente adornada por la existencia de muchos mitos en torno a ella. Hemos leído que la dislexia es un don. Si es así, ¿por qué tantos padres y madres llaman a las puertas de las asociaciones de dislexia con tanta angustia y desesperación? Se dice que un disléxico es diferente. No lo creemos. Para empezar, cada uno de nosotros, sea disléxico o normolector, adisléxico (¡cómo nos gusta este término acuñado por Manuel), alto o bajo, gordo o flaco, blanco o negro, rubio o moreno, somos diferentes y únicos. No cabe duda que al disléxico le hacemos más diferente a base de machacarle insistiendo en todo aquello en lo que tiene una auténtica dificultad, la lectura. En lugar de propiciar la inclusión, se procura la exclusión.
Y sobre la cura de la dislexia por la Cienciología según Tom Cruise, sencillamente, no vamos a hacer ningún comentario para no alargar más esta entrada.
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