Los pilares de la dislexia
Ken Follett, publicó Los pilares de la Tierra en 1989 y la secuela de este, Un mundo sin fin, en 2007. Para escribir la segunda parte, que hubiera sido mejor traducir su título en español Por los siglos de los siglos (Ver artículo en Wikipedia), Follett se inspiró en la Catedral de Santa María de Vitoria-Gasteiz, que se encuentra actualmente en obras de restauración. Curiosamente, la Catedral puede visitarse ya que se encuentra Abierto por Obras, y tuvimos la ocasión de hacerlo cuando el año pasado la Asociación de Dislexia de Euskadi (Dislebi) nos invitó a participar en sendas jornadas de Vitoria y de Ermua
La Fundación Catedral de Santa María es la encargada de gestionar los laboriosos trabajos de restauración que se están llevando a cabo. En agradecimiento a la labor de difusión de Follett en este ambicioso proyecto, se erigió una estatua del escritor a tamaño natural.
Pero ¿qué tiene todo esto que ver con la dislexia? Salvo que Ken Follett ha sido Presidente de la Dyslexia Action durante diez años, en principio nada. La miniserie Los pilares de la Tierra nos ha sugerido el título de este post porque queríamos incidir un poco más en uno de los pilares fundamentales de la dislexia: la herencia genética de la misma.
A menudo nos habéis planteado las dudas que os surgen sobre la genética de la dislexia y el carácter congénito en ocasiones de la misma. Aunque parece clara la diferencia, la práctica nos está indicando que esto no es así. Todas las dislexias (excepto las dislexias adquiridas) son congénitas o perinatales (aunque sean conceptos diferentes); esto es, cualquier factor genético, físico, químico o biológico (ejemplo una infección) que interfiriese en el proceso de migración neuronal provocando ectopias en determinadas áreas del cerebro, podría ser susceptible de desencadenar esta desventaja. Así, por ejemplo, Pasko Rakic y colaboradores consiguieron inducir ectopias en el cerebro de embriones de ratones sometidos a ultrasonidos (Ver entrada). También la prematuridad podría estar implicada en la dislexia así como en el TDAH, o el consumo de tabaco por la madre durante el embarazo (Ver noticia). Se trataría de dislexias (y/o TDAH) congénitas no necesariamente heredables por la descendencia del sujeto que la portase.
Sin embargo, a partir de la evidencia de familias con un buen número de casos de dislexias (también en el caso de TDAH), los análisis genéticos llevaron a la detección de una serie de zonas del genoma humano presumiblemente implicadas en la dislexia (Ver noticia).
Actualmente está perfectamente reconocido el carácter hereditario de la dislexia y los genes que intervienen en ella. De hecho, en este blog, hemos tratado en varias ocasiones el tema buscando los ancestros de la dislexia remontándonos hasta hace unos 40.000 años con el primitivo Homo sapiens dislexicus (que no existió pero suena bien).
Lo más curioso de todo esto es que la dislexia estuvo ahí, durante miles de años, esperando pacientemente hasta la invención de la escritura por el ser humano para decir: ¡aquí estoy yo! y convertirse en la desventaja que representa en el momento actual.
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